miércoles, 6 de febrero de 2008

El futuro ya llegó

¡No esperen más! La bomba atómica ya explotó y lo hizo de la manera más estruendosa que podía lograr… pero en silencio.
Así como las grandes y viejas armas de destrucción masiva le dejaron su lugar a las pestes y ataques bacteriológicos. Así como los grandes trabucos hoy ya no sirven porque en su lugar hay inyecciones letales. Así como un misil teledirigido es obsoleto al lado de un sobre con Ántrax.
Hoy, las muertes se suceden en el más profundo de los silencios… pero haciendo ruido.
Porque con esta bomba murieron unos cuantos y todo se desterró a la nada. Hay que empezar de nuevo. Como en las grandes masacres de la humanidad, como en las glaciaciones, como en las guerras.
Y ahí empieza todo ¿Cómo empezar? ¿Por dónde empezar? Pero aquello que primaba en cada uno de esos momentos críticos que los hombres debimos atravesar –el sentido de subsistencia- hoy ya no existe. Y queremos aprender a matar, antes que aprender a vivir. Empeñamos nuestro valor principal para darle lugar al de la ventaja. Será que, hoy, el sentido de subsistencia del hombre es la ventaja. Será que, realmente, estamos en la era del individualismo; y que la misma se trajo a una amiga: la destrucción. Todos lo sabemos: la soledad conduce a la destrucción.
Para el que pregunte donde estalló la bomba, que se entere que estalló en la música, en las comunicaciones, en la literatura, en el cine… en los corazones.
Para aquel que quiera ir un poco más allá, por morbo o curiosidad, que se entere que esa bomba no tiene TNT, Trotil, ni sandia con vino. Esa bomba es digital.
Porque la máquina ahorra pasos otrora engorrosos a la hora de hacer música o cine; abarata costos a la hora de comunicar a las personas y cuida el medioambiente a la hora de leer y, porque no, de hacer el amor. Al cabo son la misma cosa. Acabo.
Porque todos los músicos tienen la misma audiencia (¿no así el mismo poder de convocatoria?); todos los periodistas tienen la misma cantidad de lectores (¿no así la misma aceptación o credibilidad?); todos los directores pueden hacerle perder o ganar 2 horas de su vida a la misma cantidad de gente (¿los podrán “atrapar”?) y hasta todos los hombres y mujeres pueden excitar a alguien (hasta tal vez enamorarlos…).
Esto es inevitable.

Ahora... ¿Cómo sigue? ¿Por donde sigue? La respuesta no la tiene nadie y la buscan todos. Guiados por la estrella del individualismo, de la destrucción. Aún más ¿Serán daños colaterales?
Los músicos exigen que compremos discos de 15 dólares, los directores pretenden que vayamos a cines de 6 dólares, los escritores nos venden libros de hasta 30 dólares, las empresas de comunicaciones cobran hasta la consulta de saldo y los medios de comunicación se ríen… tal vez un tanto ingenuos.
Sin embargo, todos comen todos los días casi sin proponérselo. Garantizaron su sentido de subsistencia casi sin esforzarse. Pero no aprendieron a vivir de nuevo. En esta nueva etapa, en la que estalló una bomba que, directamente, destrozó las susceptibilidades.


R.